Con Cuphead, la gente de StudioMDHR nos remonta a esos viejos tiempos en los que todo era tranquilidad… con una repetida dosis de desesperación.
Recordar la niñez y las aventuras que vivimos en esos tiempos, sin duda, es una de las satisfacciones de la vida. Dentro de esas alegrías, al menos en mi caso, se encuentra el regresar a los gloriosos años de las arcades, los shoot’em up y la capacidad casi milagrosa de poder obtener algunas monedas para poder jugarlos.
Después de bastantes años sin gozar de un título que nos remontara a aquellos tiempos, Xbox en E3 2014 nos presentaba en su conferencia un pequeño videojuego independiente que brilló, especialmente, por su aspecto visual fuertemente inspirado en la animación de los años 30, y que, con el paso del tiempo se fue ganando un espacio cada vez más grande en hype de los jugadores debido a su singular estilo y, obviamente, a la nostalgia.
Tras esta sorpresiva llegada a la cima de los videojuegos, y en un momento en el que Xbox no nos termina de deleitar con grandes novedades para Xbox One y todos sus derivados, Cuphead: Don’t Deal With The Devil llega para salvar refrescantemente esta “sequía”.
El ocio nos enseña que se puede llegar a la ruina
Todo comienza con un día tranquilo y soleado en Inkwell Isle, lugar donde habitan criaturas muy peculiares. Aquí es donde viven los protagonistas, dos pequeños y curiosos hermanos con cabeza de taza: Cuphead y Mugman –quien hace de sidekick–, que al parecer disfrutan de bastante tiempo libre, sin nada que hacer y con la curiosidad a tope. Siempre en la mira del sabio Elder Kettle, mismo que hace de su vigía y su figura paterna.
En un día cualquiera, la curiosidad de estos hermanos llega a límites sorprendentes y llevados por la misma terminan en el lugar menos esperado: Devil’s Casino, manejado por un enigmático personaje llamado King Dice, quien es fiel sirviente del mismísimo Diablo. Cegado por la suerte que están teniendo y la avaricia de Cuphead, éste decide hacer una apuesta con el Demonio.
El resultado es fatídico, el Diablo gana la apuesta y el premio es quedarse con las almas de los pobres Cuphead y Mugman. En su desesperación suplican, lloran y se lamentan por el error que acaban de cometer. En un momento de misericordia de este personaje maligno, se apiada de ellos y les encomienda una importante tarea: tomar las almas de aquellos indignos que le deben algo. Así es como comienza la aventura de nuestros protagonistas; recorrer Inkwell Isle se convertirá en la odisea más importante de su vida.
En sí, la historia carece de profundidad o de una narrativa que permita adentrarnos en la vida de los personajes, esto no sorprende, ya que el género en realidad no se presta, o al menos así es como se ha trabajado. Sin embargo, tiene detalles muy bien cuidados como el lenguaje que se utiliza, que denota y ambienta la época. Además, con esto parece suficiente para el desarrollo de los personajes principales del juego.
Cuphead es un compás jazzístico accidentado
La forma en que se piensa el modo de juego –run and gun– de Cuphead nos hace algo inevitable el referirnos a otros clásicos como Metal Slug, Space Invaders, Contra, entre otros. Y es este uno de los elementos más importantes que rescatan este juego de una manera magistral.
Se puede decir con seguridad que lo más característico de Cuphead, se esconde en los miles de objetos que tienes que esquivar para poder sobrevivir, pues son aquello que lo convierte en todo un reto hasta para los jugadores más experimentados; es de precisión milimétrica, necesitarás de varios intentos tan sólo para superar un nivel.
Y es aquí donde radica el nivel de dificultad que tanto ha sido mencionado y comparado con entregas de la talla de Dark Souls; la precisión con la que te debes mover a través de los escenarios ya sea para esquivar ataques de los enemigos, o simplemente para ignorarlos, es como bailar, como ir al ritmo de la música. Esto puede parecer fuera de lo normal, pero el compás va marcando cómo debes desenvolver esas habilidades que, tal vez, ya estaban adormecidas.
Sin embargo, a pesar de que la dificultad es algo de lo más disfrutable en Cuphead, se llega a un nivel exagerado. Las misiones, como lo mencioné anteriormente, tienen un ritmo bastante específico el cual te lleva a una repetición casi infinita de las mismas; esto, sin duda, puede generar en el jugador cierta frustración y hartazgo. Aunado a esto, hace falta algún sistema en el juego que te permita recuperar vida (Hit Points), sin duda, esto haría lo haría más llevadero. Se puede hacer un cambio en la dificultad, pero esto conlleva no experimentarlo de manera completa ya que impide el progreso del mismo.
Algo de lo que carece este videojuego es de un diseño variado de niveles. Me refiero especialmente a niveles por los que vayas sorteando diferentes tipos de pruebas, diferentes tipos de enemigos; es decir, sólo existen dos tipos diferentes de escenarios: Run & Gun y los Boss Fights. No lo hace sentir como un juego incompleto, pero esto abona a que se sienta repetitivo en cierta medida.
Sin embargo, lo que definitivamente hará click al momento en que comiences a jugar los primeros minutos serán las peleas contra los jefes, eso te lo aseguro. El diseño de los personajes los hace completamente memorables, cada uno contiene su propia esencia, sentido del humor característico y, claro está, su propio nivel de dificultad. Esto garantiza una lenta y desesperante curva de aprendizaje que, horas después de jugar, te permitirá seguir avanzando.
Un colorido ritmo musical
Sin duda alguna el mayor acierto de Cuphead es su apartado visual y musical. En cuanto a lo que podemos ver se agradece de sobremanera que los personajes hayan sido diseñados y coloreados a mano emulando esas texturas de acuarela; además este estilo característico de cartoons de los años 30 les da ese toque surrealista y fantástico que, sin duda, hará que se queden en lo profundo del corazón. Sin dejar nada al aire, todo se encuentra muy bien detallado, desde las transferencias entre escenarios hasta los más pequeños detalles para que se convierta en una experiencia envolvente.
Acompañando en una sincronía perfecta se encuentra el apartado musical con ritmos de jazz que te irán acompañando a lo largo de los escenarios Run & Gun y que, además, marcarán la pauta en los ataques de los jefes finales. En poco tiempo te darás cuenta de que estás bailando al ritmo de jazz y que seguramente harán más amenos esos momentos de frustración por morir cientos de veces –creeme–.
La ejecución de la banda orquestal es de lo mejor del juego, si la decisión de tener Cuphead en tu biblioteca fuera por este apartado, definitivamente vale la pena. No merecería pensarlo más de un segundo. Es un deleite, es magnífico, es complaciente.
Conclusión
Estemos seguros de que seguiremos escuchando noticias y futuros desarrollos de StudioMDHR gracias al gran trabajo que ha realizado con Cuphead: Don’t Deal With The Devil. El estudio supo aprovechar completamente el género y entregó un juego que es revitalizante para el mismo.
En conjunto, este videojuego es uno de los más redondos en cuanto a jugabilidad, diseño de personajes, apartado visual y musical. Pasarás horas de diversión gracias a las particularidades de los enemigos; aunque puede que la dificultad parezca fuera de lo normal para un juego de este género.
Por último, sin dudarlo un momento, el juego vale la pena en tu biblioteca, ya que permite una rejugabilidad bastante amplia para poder superarlo al 100%. Un reto que me atrevo a decir será bastante complicado, pero en algún momento veremos que alguien lo logrará.
Conclusión
Cuphead: Don't Deal With The Devil+
- Diseño visual excepcional
- Ejecución musical espectacular
- Amplia rejugabilidad
- En general, un gran reto. Incluso para los jugadores hardcore
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- Por momentos puede parecer bastante repetitivo
- Power ups que quedan en el olvido
- El nivel de dificultad rebasa los límites para el género